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Mensaje por Admin Dom Feb 10, 2008 9:15 pm

Al Temple

El término templar se refiere normalmente a un tratamiento de los metales y otras materias para producir en ellos cualidades de flexibilidad, resistencia, etc.

Templar en pintura será la conversión de una sustancia poco útil en una materia conveniente, haciendo dúctil lo rebelde, licuando lo denso, etc.

El término témpera, utilizado por los italianos del Renacimiento y el término temple utilizado por los maestros españoles, sirvieron para distinguir una pintura en la que eran utilizados los pigmentos con un medio líquido y cola, goma o huevo u otras sustancias aglutinantes. De esta manera fue establecida una distinción con el fresco, cuyos pigmentos requerían solamente de la adición de agua pura.
Los primeros datos que se conocen acerca del uso de la pintura al temple se remontan al arte bizantino (siglos IX-X), Durante la etapa anterior habían sido los métodos encáusticos -la pintura con cera en caliente-, los empleados con mayor frecuencia en la pintura de caballete y retablos. Hasta el siglo XV fue muy común entre los pintores la mezcla de la pintura al temple con panes de oro; en el soporte se aplicaba una capa de pan de oro sobre la que luego se pintaba. Además el temple se empleó mucho durante esta época en la iluminación de manuscritos y códices realizados con papel o piel.

Existen bastantes indicios para poder afirmar que la emulsión de huevo puro se originó en el taller de Giotto (1267-1337), aunque su apogeo no se produciría hasta un siglo después. A partir del siglo XV también comenzaron a utilizarse temples grasos con adiciones resinosas. Sin embargo con la aparición del óleo, el temple pasó decididamente a un segundo plano, aunque se utilizó en los primeros tiempos del óleo como base de la pintura.

Durante los siglos XVII y XVIII tuvieron cierta importancia en la realización de murales y en el embellecimiento de techos, pero fue en el siglo XIX cuando de nuevo volvió a cobrar relieve dentro de las manifestaciones artísticas.
La pintura al temple emplea para aglutinar el pigmento unas emulsiones, que son mezclas de sustancias oleosas con agua. Dado que la simple mezcla de agua y aceite terminaría por separarse, es necesario utilizar una sustancia emulsionante que mantenga uniforme la mezcla. Los diferentes tipos de temple que se pueden emplear se denominan en virtud del emulgente empleado: el huevo, la caseína y la goma arábiga son los más comunes. Como elementos grasos se utilizan los aceites de linaza, adormideras, nueces aceite espesado o cocido, barnices de esencias resinosas, ceras, etc. y como diluyente se emplea el agua o el mismo aglutinante.

Las emulsiones que se utilizan para el temple son una mezcla de agua y otras sustancias oleosas, resinosas o cerosas que están en suspensión y divididas en invisibles partículas. El tipo de emulsión par el temple de los siglos XIII al XV fue de yema de huevo. Este temple tiene una mayor tradición que el óleo, permite una gama de colores más amplia que cualquier otro medio y ofrece, además, muchas posibilidades y destacadas ventajas.
Un elemento muy importante dentro de la técnica del temple serán las denominadas imprimaciones, que son los fondos o capas preparatorias que se aplican sobre el soporte de papel, cartón, lienzo, tabla u otra materia para aislar aquél, protegerlo y proporcionar una superficie adecuada y que facilite la adherencia y aplicación de la pintura. Cualquier imprimación tiene unos componentes básicos análogos a los de las pinturas: un aglutinante de sustancia de origen animal o vegetal; colas de pieles, huesos, caseína, almidón, gomas y unos polvos o pigmentos de diferente cualidad.
Los pigmentos que pueden ser utilizados en esta técnica son: blanco de plomo, cinc y titanio; amarillos, claros y medios de cadmio, Nápoles, Marte y siena natural, etc. Los pintores del Renacimiento y de la Edad Media amasaban el pigmento con agua, hasta formar una pasta consistente, con la que mezclaban la yema de huevo a partes iguales.

Dentro de las diferentes técnicas que existen, el temple al huevo será el más utilizado, ya que ofrece muchas ventajas y pocos inconvenientes. Podemos encontrar dos variantes: el temple magro de huevo y el temple graso. Al principio, se empleó temple de huevo puro, es decir, yema y agua, pero añadiendo a esta mezcla un poco de barniz, se obtiene un temple de huevo bastante magro y muy útil en la ejecución plástica. El temple magro seca prácticamente al evaporarse el agua que contiene, haciéndose entonces sólido y apto para recibir encima nuevas capas. Por otra parte, este tipo de temple se adapta muy bien a todos los fondos también magros, de yeso o creta, siendo su mayor ventaja técnica la gran resistencia la paso del tiempo.
Cuando se limita la proporción de agua y se aumenta la de aceite nos encontramos ante el aglutinante del temple graso. Esta limitación y aumento habrá de realizarse de una forma equilibrada. En cuanto a la ejecución de la técnica de pintura, este mismo temple, con una gran proporción de aceite es comparable a los colores de óleo, aunque resultará algo más difícil de manejar, debido a que su secado es mucho más rápido de manera superficial, ya que el secado total requiere bastante más tiempo. La emulsión al huevo graso, se puede conservar mucho más tiempo que el temple magro, siempre que no se añada agua hasta el momento de ser utilizada.
Junto con el temple de huevo, el temple de caseína es conocido desde la Antigüedad y ha resultado tener un comportamiento más estable que el resto de las emulsiones. El temple de caseína es muy resistente al agua, muy estable y de gran poder adhesivo. El fondo que mejor se comporta es el de caseína. Otra característica importante de la caseína es su gran claridad e intensidad luminosa.

En cuanto a la permanencia, ninguna otra técnica ha resistido tan ampliamente la prueba de los años sin presentar ningún tipo de cuarteamientos, fermentación y los cambios moleculares que son característicos de los medios grasos y resinosos. Cuando el temple seca, no es afectado por la temperatura ni por la humedad y en lugar de destruir su propio soporte, como se produce en los óleos sobre lienzo, protege a éste de los agentes físicos o mecánicos. Por otra parte, no existe medio alguno que ejerza tan poca influencia sobre los colores con que se mezcla, que los deje tan seguros y brillantes, que tenga un seque tan rápido, que permita una ejecución continua y que deje una superficie tan bella.
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